sábado, 10 de mayo de 2014

James Gandofini - Sobran las palabras


Cuando te encuentras  con la noticia del fallecimiento de alguien a quien admiras siempre es algo difícil de aceptar, más en el caso de alguien todavía joven y que podía haber hecho más, como pasa con James Gandolfini. Viendo su trabajo en Sobran Las Palabras, una de las últimas películas que rodó este gran hombre poco antes de irse mucho más pronto de lo que le tocaba, es cuando realmente me doy cuenta de lo que significa la pérdida de un artista de su calibre. Esa película no pasará a la historia como algo más que como una agradable y elegante comedia romántica, con una atípica pareja protagonista que domina el film de cabo a rabo, que físicamente pueden tener poco en común con lo que se estila en el cine comercial, pero que con su química y su buen hacer consiguen que Sobran Las Palabras te llegue mucho más que cualquier cosa facturada en honor a los leotardos ajustados usados por gente que se supone que son superhéroes.

Gandolfini y la encantadora Julia Louis-Dreyfus brillan maravillosamente en todo el metraje y consiguen que unos personajes tan desencantados de todo tengan más vida que todo un ejército de hobbits, elfos o jedis. Hay que ser muy grande para coger un personaje tan sencillo en apariencia y lograr una actuación tan memorable y cautivadora como la de Gandolfini, al que no le hacía falta mucho para mostrar un talento innato y una intensidad de un nivel estratosférico, que sabía mostrar dureza cuando hacía falta, pero también sensibilidad y cercanía. También viendo la película se puede dar uno cuenta de que el peso de la vida ya le estaba haciendo mella al tremendo actor, con una voz muy cascada en comparación a pocos años atrás, pero eso no influye a la calidad de su trabajo. 

Lo cierto es que Gandolfini desde Los Soprano estaba muy encasillado, y eso era un añadido en un mundo como en el del cine y las series, donde un físico como el suyo limita muchísimo a la hora de conseguir papeles en los que podría haber ofrecido mucho más de lo que la mayoría es capaz, algo que ha pasado y seguirá pasando a tantos otros grandes. Pero lo cierto es que el cine actual difícilmente está a la altura de él o de Phillip Seymour Hoffman. Al menos Hoffman ya era reconocido desde hacía mucho tiempo como uno de los tipos con más talento de su generación, un reconocimiento que Gandolfini, a pesar de ser tremendamente admirado por Los Soprano, no pudo alcanzar tanto como merecía, y muchas de sus películas y los personajes que interpretó se quedan cortas para alguien de su capacidad.

Pero da igual, siempre tendremos a Tony Soprano, a ese Big Dave Webster de la mano de los Coen en El Hombre Que Nunca Estuvo allí, a ese sicario homosexual de The Mexican, al sórdido Eddie de Asesinato En 8 mm., a ese matón que torturaba a Patricia Arquette en Amor A Quemarropa o a este personaje, uno de los últimos con los que deja huérfana a la gran pantalla pero con el que podemos disfrutar de nuevo de alguien único. La verdad, sobran los motivos para considerar a James Gandolfini como a uno de los más grandes.