martes, 24 de septiembre de 2013

W. C. Fields - La misantropía elevada a arte


El legado cultural al que podemos acceder hoy día desde casi cualquier parte es tan inmenso que uno todavía se puede encontrar con alguien como W. C. Fields, un cómico al que conocía muy vagamente y del que, después de haber tenido una muestra de un talento inusual ya me he convertido en un adicto. Las primeras películas que he visto fueron Never Give A Sucker An Even Break y You Can't Cheat An Honest Man. Dos títulos que no van a aparecer nunca en la lista de las películas más bonitas, edificantes o importantes, precisamente. Son dos vehículos creados para el lucimiento de este hombre de escatológico nombre, donde explota todo su irreverente talento, que se basa en abusar de quienes le rodean, estafarles, reírse de sus defectos físicos, irritarles en resumen, especialmente si son niños o mujeres. Esas películas, que dentro de su calidad pueden llegar a ser aún más absurdas que las de los Hemanos Marx, tienen todo el sentido del mundo por poder ver en ellas las aventuras de este malabarista y comediante, un hombre alcoholizado dotado de una enorme nariz en tal estado que recuerdan a esas frutas que llegado su punto de madurez no se han caído del árbol y se quedan allí, desafiando las leyes naturales con un aspecto espeluznante.

Dicen que no todos los rasgos que le hicieron famoso como artista los portaba como persona, que en realidad era un tipo bonachón, que apoyaba financieramente a su familia, adoraba a sus nietos y que desde luego no era tan déspota como sus personajes cinematográficos. Pero el alcoholismo que arrastraba incluso se quedaba corto en la ficción. Sus amistades era gente que podía rivalizar con él bebiendo, John Barrymore entre ellos.  Decía Groucho Marx que una de las veces que estuvo en su casa vio que tenía almacenado en su ático algo así como 50.000 dólares en whisky, le preguntó que a que se debía todo eso, que la prohibición había acabado hacía 25 años; Fields le contestó: Por si acaso. Alguien, que cuando estaba en su lecho de muerte, al ser sorprendido leyendo la biblia lo justificó diciendo: Estoy buscando lagunas. Entre sus aficiones estaba disparar con su escopeta de balines a los turistas que osaban dejarse caer por las inmediaciones de su residencia. Como se puede ver todo un hombre como Dios manda.

En muchas de sus películas solía participar en el guión, lo que obligaba al estudio a pegar hachazos al metraje. No todo el material era apto, incluso para lo que se esperaba de semejante personaje. Pero yo encuentro sus films muy divertidos, su despotismo aguanta el paso del tiempo y cada segundo que está en pantalla, ese tipo con su narizota, con esa forma de hablar tan particular, con esos gestos y esa mala uva, todo eso hace ver que, detrás de litros de alcohol y de una imagen tan negativa, hay talento, que puede ser de mal gusto, misógino y todo lo que se quiera, pero talento después de todo, y además no dudaba en reírse de sí mismo para acentuar la comicidad de sus escenas. Y lo mejor de todo es que no es apto para fans de Los Morancos, Paco Martínez Soria, El Club de la Comedia o chorradas tipo American Pie. También se realizó un biopic que tengo aún por ver, con el gran Rod Steiger dando vida a uno de los mejores actores cómicos que han existido.


Algunas de mis frases favoritas del gran W. C. Fields, que podría ser algo así como el decálogo del misántropo:

Si al principio no lo consigues, inténtalo de nuevo. Luego déjalo. De nada te va a servir ser un maldito idiota.

Cocino con vino, a veces incluso lo añado a lo que estoy cocinando.

Sin duda que todas las mujeres están locas; sólo es una cuestión de niveles.

Una mujer me inició a la bebida, y ni siquiera tuve la decencia de agradecérselo.

Nunca trates de impresionar a una mujer, si lo haces ella esperará que mantengas el nivel para el resto de la vida.

No tengo prejuicios. Odio a todo el mundo por igual.

Una vez, durante la Prohibición, tuve que vivir a la fuerza de sólo comida y agua.

Me gustan los niños - fritos.

No te preocupes de tu corazón, te durará tanto como sigas vivo.

Las mujeres son como los elefantes. Me gusta mirarlas, pero no me gustaría tener una.

Cuando todo se ha perdido, la esperanza incluida, la vida se convierte en una desgracia, y la muerte en un deber.

Es moralmente incorrecto permitir a un idiota que se quede con su dinero.

Nunca bebo agua. Me da miedo que se convierta en un hábito.

Nunca bebo agua; eso es lo que oxida las cañerías.

Si tuviera que volver a vivir, viviría en una taberna.

Bebo, luego existo.

No sé ni por qué vengo por aquí. Las moscas se llevan lo mejor de todo.


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